Por una educación para la repoblación


A nosotros los mayas nos enseñan desde pequeños que nunca hay que tomar más de lo que necesitas para vivir.

 Rigoberta Menchú. Premio Nobel de la Paz (1992)


Hemos matado a la cultura campesina y no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble.

  MiguelDelibes, 1975

 

En la actualidad se ha despertado la necesidad de reflexionar sobre el fenómeno de la “España vaciada”, o lo que es lo mismo, la urgente necesidad de detener el proceso de emigración campo-ciudad, que desde finales del siglo XIX con más notoriedad, se viene produciendo hasta nuestros días. Prueba de ello es la inauguración del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico (2019), cuyos objetivos en esta segunda misión son definidos desde este prisma, que afirma que ‘La sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar requiere afrontar los desafíos de la dinámica de población, que pueden poner en riesgo la cohesión social, la vertebración territorial y nuestro modelo de convivencia. El Reto Demográfico es una dimensión fundamental de la cohesión social y territorial en nuestro país, y uno de los ejes prioritarios en la agenda de reformas pendientes (…). El Pacto Verde Europeo debe orientar las inversiones hacia una economía plenamente descarbonizada y resiliente al cambio climático en el año 2050.[1]

Con esta nueva óptica parece que se toma en consideración los déficits acumulados, no solo en nuestro país sino en toda Europa, con respecto a un modelo desarrollista basado en una economía de libre mercado, que ha primado el progreso tecno-industrial y económico en las ciudades, sobre la fagocitación de la base regional que las circunda: el medio rural en su integridad, lo humano y lo biogeográfico. Por fin, se focaliza la atención prioritaria en las desigualdades históricas rural-urbana, hecho que se venía denunciando por distintos movimientos sociales rurales en las últimas décadas, dado el abandono que este contexto había tenido por parte de las administraciones públicas y la sociedad en general.

De lo que se trata ahora, a nuestro juicio, es de situarnos en el estudio y sensibilización sobre las raíces del problema. Esto significa profundizar en un diagnóstico sociohistórico, cultural, educativo y político-económico de la despoblación rural que cuente con la voz propia de las poblaciones afectadas. A partir de aquí se debería intentar arbitrar soluciones que no caigan en la cosmética, el remedo para salir del paso y el paquete estrictamente tecnológico. Ir a las causas profundas de estos deficitarios procesos migratorios no solo es necesario, sino urgente. La lucha contra la despoblación es también una carrera por dar peso a nuevos modelos socioeducativos, socioeconómicos y políticos. Por tanto, es una apuesta por avanzar hacia ‘la conservación cultural de la naturaleza’ que incluye no solo los aspectos naturalistas sino los aportados históricamente por la cultura oral campesina, la antigua gestora sostenible del territorio.[2]. Esto supone el rediseño de las relaciones interterritoriales campo-ciudad y viceversa, incorporando los aspectos culturales, económicos, agroecológicos y sociales que los definen, y no solo la singularidad de los biofísicos. Precisamente, la población agraria, con su vieja y sabia cultura de gestión territorial campesina, es una de las especies esenciales en peligro de extinción para el mantenimiento del ecosistema rural y agroalimentario (la primordial sociedad nutricia) y paisajístico de nuestro patrimonio. Es esta población, ni más ni menos, la que nos ha traído hasta aquí desde el periodo neolítico.

Se hace evidente que estamos ante una situación de alarma acerca de la supervivencia de la especie humana en el planeta. Según todos los estudios científicos recientes y los acuerdos internacionales en el ámbito del cambio climático, si no hay una radical corrección del rumbo productivo en las relaciones ser humano-naturaleza, la amenaza del colapso ecológico y del ecocidio aumentará considerablemente hasta el punto de hacerse irreversible. Como consecuencia de ello en la Agenda para el Desarrollo Sostenible de la ONU (2015-2030), se articularon los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)  que “constituyen un llamamiento universal a la acción para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo. En 2015, todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron 17 Objetivos como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la cual se establecía un plan para alcanzar los Objetivos en 15 años”[3]. Además de poner fin a la pobreza en el mundo, los ODS incluyen, entre otros puntos, “erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz y facilitar el acceso a la justicia”.

La misma UNESCO viene trabajando ya para la ‘Educación del cambio para la transformación social y el desarrollo sostenible, con especial atención al cambio climático, proponiendo nuevos enfoques curriculares de enseñanza/aprendizaje desde el concepto ‘Green Schools’ (Escuelas Verdes), como centros de innovación para el territorio[4].


Habida cuenta del papel que deberán desempeñar todas las agriculturas del mundo en la construcción de un futuro habitable para la humanidad, es preocupante constatar hasta qué punto la opinión pública y los expertos están alejados de las cuestiones agrícolas, y hasta qué punto incluso quienes tienen a su cargo las cuestiones agrarias desconocen toda la riqueza de la herencia agrícola de la humanidad.


Marcel Mazoyer y Laurence  Roudart

 

 La educación, un ‘alma’ cargada de futuro
Desde el ámbito concreto de la educación este escenario supone un reto de primer orden. Especialmente si tenemos en cuenta el proceso de continuada estandarización del modelo educativo y su intento de universalidad más allá de las peculiaridades de cada situación, ya sea geográfica, política, económica, étnica o personal. La escuela rural, en concreto, se ha visto sometida y relegada a un pensamiento único de tipo urbano, de economía de mercado, de relaciones mediadas por contextos ajenos, etc. Planteamos, por tanto, la necesidad y la obligación de restaurar la dignidad histórica en este contexto territorial, social y epistémico, que ha sido relegado estructural y culturalmente frente al poder hegemónico, cada más, de la megaciudad. El mundo occidental moderno se está construyendo desde la prevalencia de una conciencia urbanocéntrica legitimada como la única válida por la política cultural vigente, para la que la educación es un cómplice necesario.

La complejidad de esta situación resulta de dos hechos fundamentales y fuertemente vinculados entre sí: por un lado, la falta de memoria humana social producto de la vertiginosa aceleración tecnológica del último siglo, que deviene en una ruptura espacio/temporal de la conciencia, las relaciones y el saber. A lo que hay que sumar, probablemente, el empeño del “status quo” al que hemos aludido para que qué borremos la conexión con nuestro pasado histórico haciéndolo inútil: la sociedad de consumo se instala para su éxito desde el autismo del “carpe diem” y la inmediatez del “aquí y ahora” materialista como única medida.

Por todo ello entendemos que es el momento de reforzar y reorientar el sistema de educación pública en comunión con otros subsistemas de carácter incidental o informal, que completan la formación personal y profesional de la población rural, y también urbana. Nuestra respuesta no pasa por la sustitución de un modelo por otro, sino de generar un espacio nuevo de diálogo, colaboración y respeto mutuo, que permita avanzar en igualdad el conjunto de modelos sociales y culturales, en un proceso de inclusión a partir de las necesarias diferencias particulares. Huimos, por tanto, de falsas reivindicaciones que idealizan desde la ingenuidad, un sistema “asignado” desde fuera, alejado de las necesidades de igualdad, desarrollo, crecimiento y respeto.

Lo rural no debe ser una pieza de museo sino una realidad viva, activa y cambiante. De ahí surge, a nuestro entender, la necesidad de este I Congreso de Educación Rural para el siglo XXI. ‘Por una educación para la repoblación’ (https://educacionrural.coceder.org/). Lo que se pretende, de acuerdo con todo lo dicho, es un cambio de paradigma, para afrontar los problemas desde un orden global, agroecológico y con dimensión humana. Con este congreso queremos avanzar en una propuesta que plantee valores esenciales basados en la autocontención: esto es, otras relaciones humanas vinculadas con la austeridad, la solidaridad, la igualdad social desde la diferencia, la educación liberadora, el encuentro con la naturaleza, y con el arte alimentario –agroecología-, la economía de proximidad, etc. Quizá estamos ante un giro copernicano que afecta al mundo íntimo de las hábitos y creencias arraigadas, un plano que se sitúa principalmente en la axiología y la reconsideración de la conducta individual y social. Un viraje que nos moviliza radicalmente nuestro sentido de la vivencia en la cotidianeidad desde lo profundo.

Por ello, pensamos que es el momento para revisar colectivamente y desde todos los ámbitos (rural-urbano) los siguientes aspectos fundamentales para un nuevo orden educativo, con la esperanza de poder influir a medio/largo plazo en la sociedad del futuro: 

  • Las políticas públicas para el Reto Demográfico en materia de educación formal, formación para el trabajo y educomunicación. Esto significa edificar una visión múltiple, participativa y consensuada de los cambios que son necesarios operar para el buen desarrollo de un ‘mundo rural vivo’, pudiendo influir a medio y largo plazo en ellas.
  • La educación rural para el siglo XXI desde el sistema educativo, analizando los cambios necesarios dentro de su organización formal y planificación curricular, teniendo como horizontes la alfabetización digital, la creatividad social y la cultura de la iniciativa social y emprendedora.
  • La necesidad de reprogramar un currículo para el total del sistema educativo, y en particular para el de ámbito rural, en el que se incorpore la ‘perspectiva rural’ como un elemento transversal de contenidos. Hasta ahora la visión que aparece en el mismo se diseña desde presupuestos urbanocéntrico, donde este contexto social ocupa un lugar secundario cuando no marginal.
  • La educación no se circunscribe al ámbito escolar o académico, cruza y traspasa este sistema y se enlaza e integra con la vida, en lo que conocemos como educación permanente o educación a lo largo de la vida. Se hace necesario, por tanto, Revisar, localizar y conocer otras experiencias más o menos sistematizadas de educación rural, que se desarrollan en este contexto vía otras entidades profesionales y sociales en el territorio, que están llenas de potenciales y riqueza de aprendizajes.
  • La alfabetización digital y audiovisual es una necesidad imperante en la sociedad actual. Este nuevo lenguaje impera en la realidad virtual y en la llamada ‘sociedad de la información y el conocimiento’. La educación rural del siglo XXI debe estar presente no solo como receptor de contenidos, sino como actor con personalidad y desde su propia identidad histórico-agraria y campesina.

‘La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo’.


Paulo Freire

[1] MITECO (2019) : https://www.miteco.gob.es/es/reto-demografico/temas/que-es/default.aspx

[2] Izquierdo Vallina, J. (2013). La conservación cultural de la naturaleza. KRK. Cuadernos de Pensamiento. Oviedo. Término que es acuñado por el geógrafo norteamericano Carl O. Sauer (1955)

[3] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/development-agenda/

[4] https://www.unesco.org/en/articles/what-green-school-greening-schools-webinar-1

Autores

José Ignacio Rivas-Flores. Grupo Investigación PROCIE, Universidad de Málaga (UMA)

Antonio J. Viñas-Márquez. Universidad Rural P. Freire S. Ronda- COCEDER

 

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