¿Es posible hacer una investigación educativa comprometida con la transformación social?
En esta línea, enfrentar las causas y problemáticas asociadas al escaso impacto de la investigación educativa en la práctica es una tarea que nos acompaña desde hace décadas sin respuestas claras y útiles que pongan en valor el papel de la investigación educativa para optimizar la educación como proceso humano, intencional y sistemático. La investigación sobre el fracaso escolar, el uso de las tecnologías digitales, la educación no sexista o la educación inclusiva, entre otras, cuenta con una sólida base de conocimiento e indicaciones precisas para orientar y transformar las prácticas educativas. ¿Por qué no se transfiere? y, en definitiva, contribuir con ello al sentido más noble de la educación: el bienestar de las personas y por extensión de la sociedad en su conjunto.
Entre las causas más recurrentes se utiliza la diferencia entre la cultura investigadora y la cultura que proviene de los responsables políticos o de los profesionales de los centros educativos. Desde otras referencias, otra de las causas aducidas es que la investigación educativa arroja pocos resultados concluyentes, confirmando, rara vez, la validez de las teorías educativas. En este sentido, los responsables de las políticas tienen una doble misión: por un lado, seguir apoyando la investigación educativa como motor de cambio y, por otro, garantizar la transferencia de sus resultados a la realidad de los centros educativos. La investigación centrada en la mejora educativa es co-construida por profesionales e investigadores y, por tanto, deben desarrollarse políticas de apoyo a la creación de investigación en equipos de ambos contextos, para garantizar los canales de transferencia y utilidad de esta. Otras de las soluciones que se proponen es la creación de los Research-practice partnerships (RPPs): colaboraciones a largo plazo, entre profesionales e investigadores, organizados intencionalmente para investigar problemas concretos de la práctica docente, buscando soluciones específicas para mejorar los resultados de una zona geográfica específica (una comunidad, una ciudad, un barrio, un centro, etc.). El desarrollo de estas iniciativas puede ayudar a la realización de investigaciones viables, útiles y orientadas a los profesionales, facilitando la interpretación y aplicación de los resultados obtenidos en dichas investigaciones.
Otro aspecto de relevancia en este capítulo es el que afecta a cómo estimar el impacto social de las investigaciones; desde el paradigma ciencia con y para la sociedad no es suficiente centrarse en el impacto a nivel científico. Conocer en qué medida la investigación contribuye a resolver problemas y a mejorar la realidad educativa es un indicador de calidad de la investigación educativa con impacto social. En este entramado adquieren especial significado los modelos de transferencia como instrumentos que transitan para fortalecer la vía Investigación y Desarrollo (I+D) de carácter colaborativo desde y para la práctica profesional. El desafío que estimula este capítulo es plantear investigaciones responsables y con finalidad transformadora que promuevan la colaboración, interdependencia y sinergias entre políticos, investigadores, prácticos y agentes sociales. El valor social de la educación no es cuestionable.
Autoras/es
Teresa González-Ramírez.
Ana García-Valcárcel Muñoz-Repiso.
Jesús Conde-Jiménez.
Salvador Reyes-de-Cózar.
Angela López-Gracia.
Grupo de Investigación, Evaluación y Tecnología Educativa. Universidad de Sevilla
Grupo de Investigación e Innovación en Tecnología Educativa. Universidad de Salamanca.